LA OCUPACIÓN DEL AGUA POR PARTE DE ISRAEL

El agua es un bien común, un bien al que todo el mundo tiene derecho.
Esta es la cotidianidad palestina: nada de agua.
Puro terrorismo de estado, esto es lo que es, no se necesitan bombas para hacer la vida insufrible a un pueblo, se necesita paciencia, la misma que tiene una gota de agua cayendo eternamente sobre una montaña, miles de años después la gota habrá horadado un túnel de la cumbre a la base. Es la paciencia sionista.
Seguidamente el trabajo de Amnistía Internacional.

Por Amnistía Internacional, 12 de diciembre de 2017

El legado de 50 años de ocupación israelí de los territorios palestinos ha sido violaciones sistemáticas de derechos humanos en gran escala. Una de las consecuencias más devastadoras es el impacto de las políticas discriminatorias de Israel en el acceso de la población palestina a suministros adecuados de agua limpia y segura.
Poco después de la ocupación israelí de Cisjordania, incluido Jerusalén Oriental, y la Franja de Gaza, en junio de 1967, las autoridades militares israelíes consolidaron el poder absoluto sobre todos los recursos hídricos y las infraestructuras relacionadas con el agua en los Territorios Palestinos Ocupados. Transcurridos 50 años, Israel sigue controlando y restringiendo el acceso de la población palestina al agua en los Territorios Palestinos Ocupados en un grado que no le permite satisfacer sus necesidades ni constituye una distribución equitativa de los recursos hídricos compartidos.

En noviembre 1967, las autoridades israelíes promulgaron la Orden Militar 158, que establecía que la población palestina no podía construir ninguna nueva instalación para el abastecimiento de agua sin obtener previamente el permiso de las fuerzas armadas israelíes. Desde entonces, la extracción de agua de cualquier nueva fuente o el desarrollo de cualquier nueva infraestructura hídrica requiere el permiso de Israel, cuya obtención es poco menos que imposible.
La población palestina no puede perforar nuevos pozos, instalar bombas ni ahondar pozos ya existentes, y además se le niega el acceso al río Jordán y a los manantiales de agua dulce.
Amnistía Internacional
La población palestina que vive bajo la ocupación militar israelí ha seguido sufriendo hasta nuestros días las devastadoras consecuencias de esta orden. No puede perforar nuevos pozos, instalar bombas ni ahondar pozos ya existentes, y además se le niega el acceso al río Jordán y a los manantiales de agua dulce. Israel controla incluso la acumulación de agua de lluvia en la mayor parte de Cisjordania, y es frecuente que el ejército israelí destruya las cisternas que para este fin poseen las comunidades palestinas.
En consecuencia, unas 180 comunidades palestinas en zonas rurales de la Cisjordania ocupada no tienen acceso alguno a agua corriente, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCAH). Incluso en ciudades y pueblos conectados a la red de suministro de agua, a menudo las cañerías están secas.

Mujeres palestinas llenan botellas de agua en el pueblo cisjordano de Qarawah Bani Zeid. © ABBAS MOMANI/AFP/Getty Images

Al tiempo que restringe el acceso de la población palestina al agua, Israel ha desarrollado de hecho sus propias infraestructuras hídricas y su red de abastecimiento de agua en Cisjordania para uso de sus propios ciudadanos en Israel y en los asentamientos, que son ilegales en virtud del derecho internacional.
Mekorot, la empresa estatal israelí de abastecimiento de agua, ha perforado sistemáticamente pozos y ha explotado manantiales en la Cisjordania ocupada para abastecer de agua a su población, incluida la que vive en asentamientos ilegales, para uso doméstico, agrícola e industrial.
Si bien Mekorot vende parte del agua a empresas de suministro de agua palestinas, son las autoridades israelíes las que deciden el volumen. Como consecuencia de las continuas restricciones, muchas comunidades palestinas de Cisjordania se ven obligadas a comprar agua que se transporta en camiones a precios mucho más elevados, entre 4 y 10 dólares de EE. UU. por metro cúbico. En algunas de las comunidades más pobres, el gasto en agua puede representar en ocasiones la mitad de los ingresos mensuales de una familia.
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LOS COLONOS ISRAELÍES QUE VIVEN JUNTO A PALESTINOS EN CISJORDANIA NO SUFREN ESAS RESTRICCIONES NI ESCASEZ DE AGUA, Y PUEDEN GOZAR Y SACAR PROVECHO DE EXPLOTACIONES AGRÍCOLAS BIEN REGADAS Y PISCINAS.

Las autoridades israelíes también limitan el acceso de la población palestina al agua impidiendo o restringiendo su acceso a extensas zonas de Cisjordania. Muchas partes de Cisjordania han sido declaradas “zonas militares cerradas”, donde los palestinos no pueden entrar, por estar cerca de asentamientos israelíes, por discurrir en sus proximidades carreteras utilizadas por colonos israelíes, por utilizarse para la instrucción de las fuerzas armadas israelíes, o por ser reservas naturales protegidas.
Los colonos israelíes que viven junto a palestinos en Cisjordania —en algunos casos, separados por sólo unos cientos de metros— no sufren esas restricciones ni escasez de agua, y pueden gozar y sacar provecho de explotaciones agrícolas bien regadas y piscinas.

En Gaza, entre el 90% y el 95%, aproximadamente, del suministro de agua está contaminado y no es apto para el consumo humano. Israel no permite el traslado de agua de Cisjordania a Gaza, y el único recurso de agua dulce de Gaza, el acuífero costero, es insuficiente para satisfacer las necesidades de la población y se está agotando gradualmente debido a la extracción excesiva y está contaminado por aguas residuales y por la infiltración de agua del mar.
La población palestina consume por término medio 73 litros de agua al día por persona, cantidad muy inferior al mínimo diario de 100 litros per cápita recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En muchas comunidades ganaderas de Cisjordania, el consumo de agua es de sólo 20 litros por persona y día para miles de palestinos, según la OCAH. En cambio, cada israelí consume un promedio de 300 litros de agua al día, aproximadamente.
Amnistía Internacional
La desigualdad resultante en el acceso al agua entre israelíes y palestinos es realmente asombrosa. El consumo de agua de los israelíes es al menos cuatro veces mayor que el de los palestinos que viven en los Territorios Palestinos Ocupados. La población palestina consume por término medio 43 litros de agua al día por persona, cantidad muy inferior al mínimo diario de 100 litros per cápita recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En muchas comunidades ganaderas de Cisjordania, el consumo de agua es de sólo 20 litros por persona y día para miles de palestinos, según la OCAH. En cambio, cada israelí consume un promedio de 300 litros de agua al día, aproximadamente.
Cuando han pasado 70 años, es hora de que las autoridades israelíes pongan fin a las políticas y prácticas que discriminan a la población palestina en los Territorios Palestinos Ocupados y aborden su acuciante necesidad de seguridad hídrica. Las autoridades israelíes deben levantar las restricciones actualmente en vigor, que niegan a millones de palestinos el acceso a agua suficiente para satisfacer sus necesidades personales y domésticas y para disfrutar de su derecho al agua, a la alimentación, a la salud y a un nivel de vida adecuado.
Mural pintado en la pared de una estación de bombeo abandonada al borde de la ruta 90, principal carretera que recorre el valle del Jordán. El texto dice: “Nuestra agua es nuestra vida, preservémosla”. En el valle del Jordán, numerosos manantiales y pozos están inactivos debido a la creciente explotación del acuífero de la montaña, en el extremo occidental del valle, por la compañía estatal israelí Mekorot. © Amnistía Internacional

Efectos devastadores para las comunidades del valle del Jordán

En septiembre de 2017, un equipo de investigación de Amnistía Internacional se entrevistó con personas residentes en el valle del Jordán y fue testigo directo del catastrófico impacto que las restricciones de agua tienen en la vida diaria de la gente.

Ihab Saleh, cultivador de calabazas y pepinos que vive en Ein al Beida, población palestina de unos 1.600 habitantes situada en la parte septentrional de Cisjordania, es uno de los cientos de miles de personas cuya vida y medios de sustento han sido destruidos por las restricciones de agua israelíes. En los últimos 25 años, Ihab ha visto cómo se secaba gradualmente el manantial local tras perforar la empresa israelí Mekorot dos pozos cerca de la vecina comunidad palestina de Bardala, para abastecer al asentamiento israelí de Mehola. El volumen de agua que las autoridades israelíes asignan al pueblo ha ido disminuyendo con los años, dice, y en numerosas ocasiones se ha cortado totalmente el suministro. A pesar de un acuerdo para compensar a las poblaciones palestinas de Bardala y Ein al Beida, desde mediados de la década de 1970 Israel ha reducido de forma considerable el volumen de agua disponible para estas dos comunidades.

Ihab Saleh relató al personal de investigación de Amnistía Internacional cómo, a principios de septiembre de 2017, las autoridades israelíes cortaron el suministro de agua al pueblo durante cinco días afirmando que los residentes habían tomado por medios no autorizados un volumen de agua mayor que el asignado. Las cosechas de Ihab se perdieron debido a este corte, y los daños causados a su negocio ascendieron a unos 10.000 nuevos siclos (unos 2.820 dólares de EE. UU.). Ihab dice que no se avisó con antelación del corte y que no había potable agua para ninguno de los residentes, que tuvieron que desplazarse hasta una población vecina, a 5 kilómetros, para llevar agua en camiones. © Amnesty International
En este pueblo queremos la paz, diga lo que diga la Autoridad Palestina, la queremos. Diga lo que diga el ejército israelí, la queremos. [...] Lo único que queremos es labrar nuestra tierra
Ihab Saleh, agricultor

Una de la dos estaciones de bombeo de Mekorot a las afueras del pueblo de Bardala. Estas estaciones de bombeo han hecho que los manantiales de los pueblos de Ein al Beida y Bardala se sequen por completo, lo que obliga a la comunidad palestina a depender totalmente de la empresa estatal israelí para su abastecimiento de agua para uso doméstico y agrícola. © Amnistía Internacional
Además de los pueblos agrícolas, muchas comunidades beduinas del valle del Jordán hacen frente a graves restricciones como consecuencia del control israelí de los recursos hídricos naturales palestinos.
En muchos casos, la tierra en la que viven está clasificada por Israel como “zona militar cerrada”. No sólo se limita su acceso al agua, sino que también viven bajo la amenaza constante de desalojo forzoso en aplicación de órdenes de demolición de sus viviendas y propiedades.

© Amnistía Internacional

A dos familias que vivían al borde de la carretera 90, cerca del pueblo de Ein al Beida, les han destruido sus casas y propiedades dos veces en los últimos dos años. En la ocasión más reciente, en diciembre de 2016, el ejército israelí destruyó dos viviendas y todos los depósitos de agua pertenecientes a las familias.

Como las autoridades israelíes no reconocen el derecho de muchas comunidades palestinas a vivir en la Zona C y se niegan a permitirles las infraestructuras necesarias, estas familias no tienen acceso a agua corriente aunque una conducción de Mekorot discurre al borde de la carretera, a menos de 100 metros de su tierra. Para abastecerse de agua deben ir dos veces al día al punto local de suministro de agua gestionado por la empresa Mekorot. © Amnistía Internacional
En Al Auja, pueblo de unos 5.200 habitantes situado 10 kilómetros al norte de Jericó, en el valle del Jordán, la situación es muy parecida. En 1972, Mekorot perforó un pozo y construyó una estación de bombeo, cerca del manantial de Wadi Auja. Según los residentes, el manantial proporcionaba un abundante suministro de agua para el pueblo y para las tierras agrícolas circundantes mediante una red de canales de riego.

Issa Nijoum es un antiguo cultivador de cítricos de Al Auja que ahora sólo cultiva plantas que requieren menos agua, como la calabaza y el pepino. En 2017 sólo tuvo acceso al agua durante 40 días en la temporada de cultivo, que suele ir de febrero a marzo, y la cosecha de calabazas se arruinó. Issa explicó que normalmente sus cultivos necesitan 120 días de agua al año. © Amnistía Internacional

Los restos de la cosecha arruinada de calabazas de Issa Nijoum, en un campo a las afueras del pueblo de Al Auja. © Amnistía Internacional
Debido a la escasez de agua, los agricultores de Al Auja se vieron obligados a diversificar sus medios de sustento tradicionales, y ahora cultivan plantas que requieren menos agua pero también son menos rentables. Aunque antes cultivaban sobre todo cítricos y tenían capacidad para exportar, ahora dependen de cultivos de plantas que requieren menos agua como el calabacín, el pepino y la calabaza, que pueden tener un periodo de cultivo de tres a cuatro meses durante la estación invernal. Muchos residentes en Al Auja también se han visto obligados a buscar trabajo en explotaciones agrícolas situadas en tres asentamientos israelíes vecinos, que tienen acceso sin restricciones al agua.

Un miembro del consejo local del pueblo de Al Auja sostiene una lima, que no se ha desarrollado totalmente. Explica que, desde mediados se la década de 1990, los limeros producen frutas y cosechas cada vez más pequeñas a causa de la falta de agua. © Amnistía Internacional
Acceso de los asentamientos israelíes al agua


Piscina en Ma’ale Adumim. Con un suministro de agua unas cuatro veces mayor que el que llega a las comunidades palestinas, los asentamientos israelíes como Ma’ale Adumim contrastan claramente con sus vecinos palestinos. © Amnistía Internacional

Vegetación exuberante en el asentamiento israelí de Ma’ale Adumim. Con 37.670 habitantes, este asentamiento es uno de los más poblados de los Territorios Palestinos Ocupados. © Amnistía Internacional

Recolección de uvas en al asentamiento israelí de Psagot, julio de 2017. La bodega de Psagot se fundó en 2003 y, según su sitio web oficial, produce unas 350.000 botellas de vino al año, el 70% de las cuales se exportan a mercados internacionales. El cultivo de uvas tiene gran valor y necesita mucha agua. © David Silverman/Getty Images

Plantación de dátiles de un asentamiento israelí cerca del pueblo de Al Auja, en el valle del Jordán, 21 de septiembre de 2017. Cada años se exportan a mercados internacionales artículos por valor de cientos de millones de dólares producidos en asentamientos israelíes construidos en tierras palestinas ocupadas, a pesar de que la inmensa mayoría de Estados han condenado oficialmente los asentamientos por ser ilegales en virtud del derecho internacional. © Amnistía Internacional

Punto de abastecimiento de agua a las afueras del pueblo de Al Auja, en el valle del Jordán. Para la población palestina que no tiene acceso a agua corriente, la situación es grave. Para satisfacer sus necesidades básicas, la gente se ve obligada a comprar agua adicional de camiones cisterna, generalmente dos veces al día. El agua es a menudo de calidad dudosa y es más cara que la suministrada a través de la red de abastecimiento de agua. © Amnistía Internacional
Qais Nasaran, propietario de una tienda en el pueblo de Al Jiftlik, con una población estimada de unos 4.700 habitantes, situado en el norte del valle del Jordán, cultivaba una pequeña parcela de tierra. Cuando su pozo se secó, se vio obligado a buscar una nueva forma de ganarse el sustento. Ahora regenta una tienda de comestibles.

© Amnesty International

La tienda está situada en una antigua estación de bombeo de un pozo que se perforó en 1966 con permiso de las autoridades jordanas, que controlaban Cisjordania en esa época. Un año después, tras la ocupación por Israel de los territorios palestinos, las autoridades israelíes impidieron que la familia de Qais Nasaran lo utilizara. El pozo tuvo agua hasta 2014, cuando finalmente se secó. Qais explicó que, cada año, cuando el pozo se llenaba, las fuerzas armadas israelíes lo controlaban para comprobar si alguien lo utilizaba.

© Amnesty International

Qais sigue teniendo una cisterna en su tierra, pero no siempre puede permitirse llenarla porque cuesta unos 8.000 nuevos siclos (aproximadamente, 2.278 dólares de EE. UU.). Compra el agua a un hacendado en el valle del Jordán.

Para Mustafa al Farawi, cultivador de dátiles de Al Jiftlik, la situación es semejante. La cantidad de agua disponible del pozo en su tierra ha disminuido sin cesar a lo largo de los años.




Mustafa explica que, en la década de 1980, el pozo proporcionaba agua suficiente para regar una superficie de 400 hectáreas, y suministraba agua para los animales, además de abastecer a la familia. Ahora ha de comprar la mayor parte del agua que utiliza para su explotación datilera y transportarla con un depósito desde un manantial situado a 7 kilómetros, que es el único manantial al que todavía pueden acceder los palestinos.
No tenemos agua suficiente ni control sobre ella. La táctica de las autoridades israelíes es disminuir poco a poco el agua para que tengamos que dejar la tierra.
Mustafa al Farawi, Al Jiftlik
Hace pocos años, Mustafa quiso abrir un nuevo pozo en un lugar distinto que garantizase más agua. Dice que un ingeniero hizo comprobaciones y determinó que había agua más cerca de la superficie en otra parte del terreno de la explotación. Solicitó los derechos de perforación pero las autoridades israelíes denegaron la solicitud. Finalmente decidió perforar el pozo de todos modos, sin permiso, pero el ejército israelí se presentó en el lugar y se lo impidió. Le dijeron que perforar el pozo era contrario a las órdenes militares israelíes y la construcción se detuvo.El pueblo de Furush Beit Dajan, en el norte de Cisjordania, con unos 930 habitantes, producía cítricos. Desde mediados de la década de 1990, los agricultores han tenido que diversificar sus cultivos debido al insuficiente suministro de agua.


© Amnistía Internacional

Los residentes dicen que antes tenían agua en abundancia pero en los últimos años los pozos suministran cada vez menos. Algunos vecinos del pueblo dijeron que el acuífero se está agotando por los pozos israelíes que se utilizan para el abastecimiento de los vecinos asentamientos israelíes de Hamra y Mehora. Según Azim Mifleh, agricultor del pueblo, los pozos israelíes comenzaron a bombear en las inmediaciones del pueblo en la década de 1970 y poco a poco los pozos locales perdieron su eficiencia. Desde los Acuerdos de Oslo entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) firmados en 1995, Israel extrae del acuífero oriental un volumen de agua muy superior al acordado.

Azim Mifleh, agricultor y coordinador de la Asociación para el Desarrollo Agrícola (PARC) de Furush Bei Dajan, dice que antes tenía 800 árboles en su tierra, la mayoría limoneros y pomelos. Ahora sólo le quedan tres árboles al lado de su casa.

Azim Mifleh tuvo que diversificar y cultivar en invernaderos. La mayoría de los cultivos que ahora produce, como pepinos, tomates y calabazas, sólo pueden cultivarse en invierno y primavera. © Amnistía Internacional




En las inmediaciones del pueblo de Furush Beit Dajan hay cinco pozos: todos son propiedad privada de palestinos. Según residentes en el pueblo, su producción de agua ha sufrido drásticas reducciones debido a los pozos israelíes que se perforan en la zona para abastecer al asentamiento de Hamra, que cultiva una extensa superficie de tierra. El asentamiento de Hamra tiene una plantación datilera de 40 hectáreas y también explota otros cultivos que requieren mucha agua, como bananas y cítricos.

Turistas palestinos de Nablús rezan en un centro turístico abandonado cerca del Mar Muerto, en el valle del Jordán. Desde 1967, las autoridades israelíes niegan a los palestinos el acceso al río Jordán a lo largo de todo su curso a través de Cisjordania. El nivel del agua en el Mar Muerto ha descendido drásticamente en los últimos 50 años debido a la desviación del río Jordán aguas arriba por Israel y por Jordania y Siria. El Mar Muerto está ahora a unos 500 metros del centro turístico cuando antes lo rodeaba.
© Amnistía Internacional

El derecho al agua
Se ha reconocido que el derecho al agua se deriva del derecho a un nivel de vida adecuado y, por tanto, está implícitamente contenido en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y en otros instrumentos. El derecho al agua incluye la disponibilidad de agua suficiente para uso personal y doméstico, el acceso físico en cada hogar o sus inmediaciones, la accesibilidad económica, y una calidad adecuada del agua. Los Estados, como parte de sus obligaciones inmediatas, deben dar prioridad al acceso de todas las personas a la cantidad mínima esencial de agua suficiente y no contaminada para uso personal y doméstico, con el fin de prevenir enfermedades. Además, deben adoptar las medidas necesarias para la plena realización del derecho al agua, lo cual incluye tomar medidas positivas para ayudar a las personas y las comunidades a disfrutar de este derecho.
Los Estados, como parte de sus obligaciones inmediatas, deben dar prioridad al acceso de todas las personas a la cantidad mínima esencial de agua suficiente y no contaminada para uso personal y doméstico, con el fin de prevenir enfermedades.
Amnistía Internacional
En virtud del derecho internacional, Israel, como potencia ocupante en los Territorios Palestinos Ocupados, tiene la responsabilidad bien definida de respetar el derecho humano al agua de la población palestina. No sólo debe abstenerse de emprender acciones que violen este derecho o menoscaben la oportunidad de la población palestina de realizar el derecho, sino también proteger a la población palestina de injerencias de terceros en su disfrute del derecho al agua, y debe tomar medidas deliberadas, concretas y selectivas para garantizar el cumplimiento y la realización plenos de este derecho.

5 Mayo 18, Proyección de cortos de directoras palestinas

En el Centro Cultural Islámico de Valencia, cinefórum, debatiendo sobre el papel de la mujer palestina, de la mano de Clara Yuste, miembro de la UNRWA, la agencia de la ONU para ayuda a l@s refugiad@s palestin@s. Asisten a cinco millones de refugiad@s, sin muchos más recursos que los suministros, hospitales y escuelas que les proporcionan y desde que el nuevo presidente de los EUU llegó al poder, han visto disminuidos sus ingresos en un 50%.
Un placer haber compartido , esta tarde, con las mujeres  islámicas, conociendo el trabajo de la UNRWA y a Clara su exponente y a Lubna, una médica palestina, con la cual seguro que uniremos fuerzas para ayudar a su tierra.


Información en directo, hoy navegando ya ...comienza nuestro Periplo!



El barco de la Flotilla de la Libertad Al Awda-El Retorno zarpó el pasado 30 de de abril del puerto noruego de Bergen, en un periplo inicial por varios puertos noruegos y suecos antes de emprender la navegación definitiva, el 15 de mayo día de la Nakba, desde el puerto sueco de Gotemburgo, para romper el ilegal bloqueo impuesto por Israel a la franja de Gaza desde hace casi doce años.
Al Awda es un pesquero de madera de 19 metros de eslora que, hasta hace seis años se utilizaba en las pesquerías del Ártico y ha sido acondicionado para la campaña 2018 cuyo lema es Un futuro digno para Palestina (Just Future for Palestine).

Desde Gotemburgo zarpará junto a los velero Freedom-Libertad y Mairead, mientras otro velero Palestina zarpará desde Estocolmo. La Flotilla recorrerá varios puertos del Atlántico  y Mediterráneo. En Holanda los dos veleros suecos, Mairead y Palestina, se adentrarán en el continente para navegar por las vías fluviales europeas y salir al Mediterráneo por el sur de Francia.

Tanto Al Awda-El Retorno como el Freedom-Libertad recalarán en el puerto de Gijón entre los días 13 y 16 de junio, partirán hacia Lisboa 19-21 y de allí a Cádiz, del 23 al 26 de junio; si los pronósticos de navegación se cumplen.

En todos los puertos habrá eventos públicos y contamos con apoyo de ayuntamientos, grupos sociales, sindicatos, partidos políticos, etc. y…  ¡os esperamos! para recibir a la Flotilla, visitar los barcos, participar en los actos que se están preparando, conocernos y dar vuestro apoyo.

En este enlace podéis descargar el díptico de la campaña Un futuro digno para Palestina. https://www.rumboagaza.org/wp-admin/upload.php?item=9480

Tenemos una nueva página para esta campaña https://jfp.freedomflotilla.org/es/

BDS

El lunes 23 de Abril, propuse al movimiento  BDS País Valenciá,en su asamblea, trabajar de forma conjunta, integrarme en el grupo y que me apoyaran en las charlas que comienzo a organizar para sensibilizar sobre el genocidio Palestino. Siento que somos hermanxs. Me abrieron las puertas.



Campaña Actual
La campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) contra Israel nace en el 2005 con una llamada lanzado por más de 170 organizaciones de la sociedad civil palestina a la comunidad internacional pidiéndole que aplique dichas medidas coercitivas “hasta que Israel cumpla con el Derecho Internacional y los principios universales de los Derechos Humanos”.
Ante el fracaso continuado de las “conversaciones de paz” entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) tuteladas por Occidente desde 1991 (Conferencia de Madrid) y la violación sistemática e impune de la legalidad internacional por parte de Israel, la sociedad civil palestina decidió pasar a la acción y lanzar esta campaña internacional no violenta. La campaña palestina de BDS se inspira en la campaña similar que se aplicó contra el régimen de apartheid sudafricano, y que contribuyó decisivamente a la caída de aquel régimen racista.
El BDS busca poner fin a las políticas que el régimen sionista implementa en Palestina desde 1948, cuyos tres rasgos principales son: ocupación, colonización y apartheid. La campaña no se dirige contra las ciudadanas y ciudadanos del Estado judío, ni mucho menos contra los judíos del mundo ( muchos judíos participan en el BDS, también dentro de Israel), sino contra las instituciones que sostienen y financian dicho régimen opresor. Hay que destacar que esta campaña nace en el seno de la propia sociedad palestina y se proyecta hacia el exterior. Ello le da una legitimidad y una fortaleza ética enormes, evitando así los riesgos de caer en el paternalismo y el eurocentrismo en la solidaridad internacional con Palestina.
¿Hasta cuándo estará activa la campaña de BDS? Hasta que Israel cumpla sus tres demandas centrales, todas ellas fundamentadas en el respeto al Derecho Internacional y los Derechos Humanos:
  1. El fin de la ocupación y colonización de todas las tierras árabes tomadas en 1967 (Jerusalén Este, Cisjordania, Franja de Gaza y Altos del Golán sirios) y el desmantelamiento del Muro;
  2. El otorgamiento de plenos derechos a los ciudadanos árabe-palestinos de Israel (que son un 20% de la población del Estado judío); y
  3. El respeto, protección y promoción del derecho de los refugiados palestinos a retornar a sus casas y propiedades, tal como lo estipuló la resolución 194 del Consejo de Seguridad de la ONU ( hoy suman más de cinco millones según la UNRWA).

Calendario activista hasta llegar a " La flotilla de la libertad ".


Hace ya más de 6 años que comencé a asistir a las reuniones de la plataforma de apoyo a Palestina en Valencia, fui sensibilizandome con el genocidio que sufre el pueblo palestino, el bloqueo y la ocupación. Cuando mi hija pequeña se fue de casa,ademas de poner a disposición  mi hogar para acoger refugiados, en
"Valencia, ciudad refugio", pensé que era el momento de ofrecerme de enfermera voluntaria y escribí a Médicos Sin Fronteras y Médicos del Mundo, sin éxito. En una charla de BDS
(Boicot, Sanción y Desinversión) y Unadikum en Alboraya, conocí a Jorge y Manu Pineda y admiré las campañas que realizaban ambas asociaciones, realmente eficaces en la ayuda al pueblo palestino.
Unadikum significa "Os llamo"el nombre viene de una canción de un poeta palestino, Tawfiq Ziad y es una asociación en defensa de los derechos del pueblo palestino y contra la ocupación y el apartheid de Israel. Se creó en 2010  por la iniciativa de varios participantes en "Rumbo a Gaza", con los mismos objetivos, acabar con la pasividad de la comunidad internacional.
Yo había trabajado activamente en el movimiento de objeción de conciencia en Valencia, asistiendo en verano a los campamentos y participando en acciones , no violentas, contra el cuartel de la OTAN en Bétera, por las que fui juzgada, y en acciones internacionales contra las fábricas de armamento nuclear. Conocía las brigadas internacionales de la Paz (PBI), que envían observadores internacionales en zonas de conflicto y protegen a personas amenazadas de muerte, así que me ofrecí a ir como protección a lxs agricultorxs y pescadorxs y hacer un seguimiento de  las violaciones continuas de sus derechos y brindarles protección.También asistir a las victimas y apoyar a lxs desplazadxs.
De BDS hablaré mañana.
En Noviembre del 2015 escribí a las brigadas de Cisjordania, pero ese año no se pudieron llevar a cabo. Me ofrecí como enfermera, pero no era posible,pese a que me dieron contacto con hospitales.
Estudié una especialización en Urgencias y Emergencias en el colegio de Enfermería y creé un proyecto de ayuda en la Franja de Gaza, todo era muy lento....
Mientras tanto, tuve la oportunidad de conocer Baloona Matata, una comunidad de activistas independientes, que son mi familia.  Tenían un proyecto para ayudar a parir a las refugiadas en Atenas , mi hija Shakti, psicóloga y yo,enfermera, emprendimos el viaje conduciendo la furgoneta, por 8 países hasta llegar a Atenas y poder ayudar a lxs refugiadxs. Al año siguiente , repetí, este año en la isla de Kyos, en el campamento donde realizábamos un trabajo excepcional, fué desmantelado y redirigidxs  todxs loxs refugiadxs a uno horrible militarizado. El día antes de volver a Valencia, de las tres barcas que teníamos que socorrer en la orilla, solo llegaron dos, la tercera volcó, los hombres llegaron nadando, tres mujeres y dos niñxs no lo consigieron. Lxs pequeñxs murieron extenuadxs.. a las mujeres no les enseñan a nadar.
Estudié navegación a mi regreso y un curso de formación básica en seguridad marítima, pensando en ayudar a lxs miles de seres humanos que mueren ahogados cada año. y me ofrecí como tripulación en la flotilla de la libertad, en la que ya llevaba ayudando con el grupo de apoyo local desde hacía un año, impartiendo charlas y participando en las reuniones organizativas. Y este año, por fín, me dicen que he sido aceptada. Saldremos el día 15 de Junio desde Cádiz hacia Gaza, unas 7 semanas, para dar a conocer el proyecto, y dar gracias al universo, por permitirme, mi pequeña aportación a una causa tan justa.
Esta semana he contactado con BDS y me han abierto los brazos a una colaboración conjunta.
Desde hoy, voy a intentar contaros lo que hacemos, por qué lo hacemos y compartiré con vosotrxs, cada día que internet me lo permita, ya que navegando no siempre es posible, las experiencias y vicisitudes del día a día .
Con un final impredicible, ya que no sabemos, aunque lo imaginámos, cómo será el recibimiento de las fuerzas armadas israelíes una vez lleguemos a Gaza. De momento se nos ha informado que los dos barcos palestinos que nos iban a recibir, han sido bombardeados esta semana.
Cuento con vuestro apoyo y que seáis altavoces de todo cuanto suceda en el transcurso de este viaje.
Gracias por estar ahí.
Emilia

                                       
 

Palestina: cien años de expolio


Teresa Aranguren

Hace cien años Palestina aún era simplemente Palestina, el nombre con el que a lo largo de los siglos se ha venido designando un espacio claramente delimitado desde el punto de vista geográfico, histórico, cultural. Entre el Mediterráneo y el Jordán, entre las montañas al norte de Galilea y el desierto de Sinaí al sur, el territorio que en época del imperio romano se denominaba Palestina se corresponde con el que en el siglo XIX y con el mismo nombre formaba parte de la provincia siria del Imperio Otomano. Esta tierra tan antigua como la historia de la humanidad nunca fue un espacio vacío tal como el eficaz eslogan del movimiento sionista, “ una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”,comenzó a difundir ya  en el último tercio del siglo XIX. Hace cien años Palestina aún era la tierra en la que vivían los palestinos.

El conflicto árabe-israelí es antiguo pero no ancestral, no se hunde en la profundidad de los tiempos ni está inscrito en los genes de sus gentes; tiene fecha de nacimiento y se podría decir que padres reconocidos. El inicio se puede establecer entre 1880 cuando los primeros colonos del movimiento sionista se instalaron en Palestina, en tierras adquiridas por el barón Edmond Rothschild y 1917 cuando Sir Arthur James Balfour, ministro de exteriores de su Majestad Británica, en  carta dirigida al Barón Lionel Walter Rothschild, prometió el apoyo de Gran Bretaña al proyecto sionista. Hay una característica común en ambas fechas o mejor en lo que aconteció en ambas fechas. Ambas se gestaron fuera de Palestina y al margen de la población de Palestina. Todo se gestó en Europa, entre un movimiento estrictamente europeo, el sionismo ( los judíos de oriente no tuvieron nada que ver con el proyecto de crear un estado judío en Palestina)  y la gran potencia del momento, Gran Bretaña.

En realidad la Declaración Balfour de la que ahora se cumplen 100 años fue en principio una simple misiva entre un ministro británico y un magnate multimillonario, sin validez legal alguna. Pero la legalidad no era factor a tener en cuenta cuando se trataba de los intereses coloniales de Gran Bretaña empeñada entonces en afianzar su domino sobre los territorios árabes que habían formado parte del derrotado Imperio Otomano. Y el movimiento sionista se presentaba como un firme aliado de esos intereses, “seremos una avanzadilla de Occidente frente a la barbarie de Oriente”solía decir su máximo dirigente, Theodor Herzl, cuando buscaba el apoyo de las potencias europeas.

Un dato curioso: cuando Lord Balfour presentó su propuesta al Gobierno de su Majestad, la mayor oposición la encontró en el único ministro judío del gabinete, Sir Edwin Montagu, secretario de Estado para India, quien, preocupado por cómo el compromiso de su gobierno con el sionismo podría afectar al estatus de los judíos británicos y europeos en general, hizo una clara distinción entre judaísmo y sionismo y expresó su rechazo a que la organización sionista hablase en nombre de todos los judíos.

Los primeros enfrentamientos entre la población local y los colonos que se habían instalado en las tierras adquiridas por el barón Rothschild en la fértil región costera, al norte de Yafa, empezaron ya en la última década del XIX. La razón de estos tempranos estallidos de violencia nada tiene que ver con la religión de los recién llegados o con su condición de europeos sino con la exigencia del movimiento sionista de “emplear solo trabajo judío”, lo que significaba la expulsión de las familias campesinas que, en régimen de aparcería o alquiler, habían cultivado esas tierras desde generaciones.

En esa época, según datos de los propios británicos, el porcentaje de población judía en Palestina estaba en torno al 7 %. En su mayoría eran judíos de lengua y cultura árabe que formaban parte del tejido social de la región. Pero la política de la gran potencia no iba a detenerse en detalles como el anacronismo de pretender crear un estado judío en un territorio donde más del 90 % de la población no era de religión judía. El racismo inherente a la visión colonial impide ver la realidad del otro, lo cosifica hasta el punto de que su existencia “solo existe” en tanto que aliado u obstáculo de los intereses de la metrópoli. Los derechos de la población palestina iban a ser sacrificados sin el menor escrúpulo, tal como Lord Balfour explicaba en un memorando enviado a su gobierno : “ En Palestina ni siquiera nos proponemos pasar por la formalidad de consultar los deseos de los habitantes del país. Las cuatro grandes potencias están comprometidas con el sionismo…”